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13 marzo 2010

Verde y negro. Elegía para Pilar

Hoy me engalané 
para recordarte.
Cual jovenzuelo, 
desempolvé las gastadas ropas,
como  un  modesto homenaje,
para perpetuarte.
Verde, el de tus ojos
y el de tu blusa;
verde, de nuestra cumbre,
y de tu risa.
Negro, el de mi luto
por tu temprano vuelo;
negro, como el vacío,
y mi desconsuelo.
Al fijarte en este rostro melancólico
me coronaste al más alto podio
que un hombre osara soñar.
Las noches se tornaron claras,
los caminos luminosos,
las personas nobles…
El quijote que yacía en mis entrañas
bruñó su mejor armadura,
para lucirla, vanidoso, 
en su andadura.
Los machos afloraron su envidia,
las féminas, su admiración;
tú la perfidia,
y yo, alma cándida, 
la desesperación.
Mendigué consuelo en un hogar,
me refugié en aquel remoto país ,
pero mi zozobra, tan honda,
sólo Al-Wali podía ahogar.
No pretendí el engaño,
sólo  —se dice pronto— sobrevivir.
Tu sublime figura eclipsaba al mundo
y el tormento, obstinado,  
todo mi devenir.
Cuando conocieron tu muerte
mis escombros ansiaron morir,
para reunirse contigo,  
mi bello cadáver,
en el apacible Jardín.
"¿A qué viene este amargo llanto?"
me vinieron algunos a decir.
Se me ha muerto media vida,
que nadie, creedme, podrá restituir.
Verde como tus ojos.
Negro como tu pelo.
Verde como tu blusa,
Negro, ay, como mi duelo.

© José Urbano Priego

2 comentarios:

PAMELA RAMÍREZ. dijo...

QUE FUERTE.....ES ASÍ CUNADO SE AMA DESDE EL ALMA..
ME GUSTÓ.

José Urbano dijo...

Gracias Pamela. Aquello fue un desgarro de muerte, del que me temo que nunca me repondré. Un beso.