El 10 de febrero salió a la luz mi ópera prima, una narración a medio camino entre la novela y la crónica novelada, cuya acción se desarrolla en tierras andaluzas —en especial en el antiguo reino de Granada— durante los años 1497 y 1515, en plena transición del último régimen islámico en la península Ibérica al sistema político-social sectario y excluyente instaurado por los Reyes Católicos tras la conquista de La Alhambra.
En esta obra se narran los avatares del joven Sahid al-Kurtubi, vástago mayor de una notable familia musulmana, que con solo trece años participó en los primeros trabajos de imprenta que tuvieron lugar en Granada, bajo la tutela del arzobispo Hernando de Talavera y la dirección del maestro impresor alemán Meynard Ungut. La predisposición natural del muchacho, su conducta y sus valiosas capacidades personales abonaron el terreno para adentrarse en el incipiente y revolucionario mundo de la tipografía, al que tanto aportaría, que en aquellos años pasó de ser talleres itinerantes de la mano de expertos alemanes a instalar sus negocios paulatinamente en las principales ciudades españolas.
En esta obra se narran los avatares del joven Sahid al-Kurtubi, vástago mayor de una notable familia musulmana, que con solo trece años participó en los primeros trabajos de imprenta que tuvieron lugar en Granada, bajo la tutela del arzobispo Hernando de Talavera y la dirección del maestro impresor alemán Meynard Ungut. La predisposición natural del muchacho, su conducta y sus valiosas capacidades personales abonaron el terreno para adentrarse en el incipiente y revolucionario mundo de la tipografía, al que tanto aportaría, que en aquellos años pasó de ser talleres itinerantes de la mano de expertos alemanes a instalar sus negocios paulatinamente en las principales ciudades españolas.
Este episodio marcaría el comienzo de una durísima represión, que duraría unos 115 años, contra los musulmanes y sus descendientes, dando lugar a la fatídica pragmática promulgada por Isabel la Católica en 1502, que obligaba a los musulmanes a convertirse al Catolicismo o a emigrar con lo puesto. Este incumplimiento oficial, inmoral e ilegal, marcaría de manera profunda la vida de nuestro protagonista Sahid. La familia Al-Kurtubi decidió emigrar a Mostagán (Mostaganem, en la actual Argelia) tres semanas antes de la promulgación de aquella oprobiosa pragmática. No obstante, Sahid decidió permanecer en su tierra y de sus antepasados y luchar contra la ignominia promovida por Jiménez de Cisneros —con la connivencia de los monarcas— contra su gente. Enamorado de Beatriz de Sotomayor, tuvo que sufrir también el desprecio de la familia de ésta, que no aceptaba este amor imposible de una preciosa muchacha cristiana con un moro, por muy noble que éste fuera.
Con cierta lógica, algunos pueden opinar que esta obra, urdida con exhaustivo rigor histórico —como su título indica se trata de una crónica— nació desde la subjetividad de su autor. Resultaría complicado discernir al respecto, porque con toda seguridad sus capítulos destilarán el sentimiento propio de mi querencia, pero en todo momento he tratado de exponer los hechos con objetividad, sin ninguna intención apologética. Prueba de ello es que personajes cristianos como Gonzalo Fernández de Córdoba —el célebre Gran Capitán —, a quien le dedico un capítulo completo aunque su carismática figura sobrevuela toda la obra, es ensalzado con enorme cariño por sus magníficas cualidades humanas. Lo mismo ocurre con el arzobispo Hernando de Talavera, cuyo carácter respetuoso, afable e integrador añade una nota ejemplar de bonhomía. No corrieron la misma suerte, entre otros, los arzobispos Cisneros y Deza, paladines de las tesis del ala dura del sistema sectario que acabó imponiéndose en los reinos hispánicos, y que perduraría durante los siglos sucesivos. Cada cual en su sitio y con su nombre, ahí radica, a mi juicio, la imparcialidad.
Para terminar esta reseña, diré que El tagarino: Crónica de un desarraigo es el primer tomo de una trilogía que está en camino, que, con el tema de los Moriscos de fondo, pretende ofrecer otra visión de este determinante hecho que la historiografía oficial española ha tergiversado artificiosamente durante siglos. Como sostienen algunos insignes expertos en la materia, como los catedráticos Francisco Márquez Villanueva o Pedro Martínez Montávez, ¿Dónde ponemos Al-Andalus? ¿Seguiremos considerando ocho siglos de nuestra historia como algo ajeno, postizo y desdeñable? ¿Es que esta convivencia —no invasión— no aportó nada bueno a nuestro acervo hispánico? Refutando la opinión de tanto cruzado y pelayista del siglo XXI, quien esto suscribe mantiene que el grandioso aporte del Islam, en todos los ámbitos de la vida, fue determinante para la conformación de la identidad española actual y la moderna y tecnificada sociedad occidental de nuestros días.
1 comentario:
Ya he tenido ocasión de leerla. Mi comentario tiene poco valor riguroso porque reconozco que no soy nada objetivo cuando se trata de este tema. Parece que te ha costado lo tuyo toda la documentación. Me ha interesado mucho la figura del Gran Capitán, aunque ya tenía conocimientos anteriores. Creo que los interesados tenemos algún tipo de obligación con estas gentes y con tánta injusticia. No debemos permitir que se haga el olvido sobre tanto sufrimientos así, sin más
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