Noble doncel, a la amistad llamé
afanoso
rehén del entusiasmo;
con
papas, el orgullo me tragué
y a
negociante vil ungí por amo.
Caballero,
ahora sé en qué erré:
apelar
a los Borgia siendo Erasmo.
Injusto
vilipendio fue mi precio
por
confundir poesía y ruin comercio.
Cautivado,
a su pecho llamé.
Su
carita rubia causaba pasmo;
solo
el cielo sabe cuánto la amé
y su
engaño vil me arrimó al abismo.
Florecido,
ahora sé en qué erré:
lo
prosaico desconoce el altruismo.
Errático
destierro fue mi precio:
amar a
mala mujer es de necio.
Cual
lobo, en la solitud me enroco
al
abrigo de mentes retorcidas.
Soy
hombre austero, necesito poco
pues
me nutren sonetos y casidas.
No
busco el oro, oropel tampoco,
sino
obviar traiciones, sanar heridas.
Oh
Allah, despedaza mi mano si ésta,
rogante,
llamar quisiera a otra puerta.
José Urbano Priego © 2012
1 comentario:
'...Y que Alá non concediera
más virtud por más aprecio
sino que otro vilipendio...
Mal que no llame a otras puertas'
Triste, concentrado y algo desgarrador. No por ello menos hermosa composición.
Un abrazo, José: Aprehendiendo estamos. Y aprenderemos, seguro.
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