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07 octubre 2011

Juan Salvador Gaviota


No perseguía distinción.
Sí, quizás, la excelencia,
también llamada perfección.
           
No padezcas, hermano,
no fue tu elección.
Si naciste con tamaña mácula
has de aprender a sufrir,
a zafarte de los mil brazos
que amarrarán tu delirio.
Nada valdrá tu humildad,
te juzgarán engreído.
Poco importará tu bondad,
y te llamarán cobarde.
Nada contará tu esfuerzo,
te creerán baldío.

¡Ay, Bandada de la Comida!,
paladín de las inercias,
no todo es materia en esta vida.
Denigras a tus mejores
y en silencio los envidias.
Los apartas con desdén
para perpetuar tu rutina:
comer,
tramar,
yacer,
tragar,
competir…

¡Oh, Juan Salvador Gaviota!
príncipe de los desheredados:
tu anhelo me inspira,
tu exilio me duele.
Viniste a mejorar la especie
a expensas de tu sosiego,
y ahora te ves solo
cual leproso maldito,
por tus padres denostado.
Algún día, quiera Dios,
entenderán tu impronta,
levantisca gaviota
que osó reinventarse.
Sabrán que volabas
a los Lejanos Acantilados
a ejercitar tu talento
con esmerada disciplina,
a domar tu ego
relamiendo hambres,
a estudiar mareas y vientos
a riesgo de perder la vida.

¡Felicidades, valiente!
Has sobrevivido
a las tempestades,
a la soledad y la pena,
sin adocenarte.
Y ahora regresas rutilante,
más humilde todavía,
para perdonar agravios
y morir en paz:
el culmen del desvarío.

José Urbano Priego © 2011

3 comentarios:

Inma dijo...

¡¡¡precioso!! y con palabras exquisitas, me encantó!!
Un abrazo amigo.

Anónimo dijo...

QUERIDO HERMANO, DE TAL, Y, TAN INTIMO POEMA, SOLO CABE;DECIRTE !!GRACIAS POR SER¡¡.
HUMILDEMENTE PROPONGO, COMO PAGO A TU ARTE,DARNOS CON UN TROCITO DE "PALABRAS PRESTADAS" DE LOS MAESTROS NERUDA; ALBERTI.

ESTAS SON:


Entraremos también en las herrerías; ahora
el metal de los pueblos allí espera
nacer en los cuchillos: pasaremos cantando
junto a las redes rojas que mueve el firmamento.
Cuchillos, redes, cantos borrarán los dolores.
Tu pueblo llevará con las manos quemadas
por la pólvora, como laurel de las praderas,
lo que tu amor fue desgranando en la desdicha.

P MPilaR dijo...

No podré des-husar, si el huso quiere, palabras de poeta
y de ternura.
Ni de queja y dolor sin ir más lejos
a esta hora cabal de la cordura.
O precisamente porque sea cuestión inexcusable de
comer,
tramar,
yacer,
tragar y competir sin descanso.
¡Hacía un tiempo que no te visitaba, José.
Abrazos