Provenía de escuela sevillana
aquella luz que presentó al estío
fina compostura, sutil trapío,
la dulzura en sus ojos de avellana.
Ninfa de la calle Bécquer, besana,
candidez de arroyuelo, no de río.
En año nono, ¡primer amorío!,
brotó mi fuego de su flor temprana.
Ingrato fui: olvidé su hermoso nombre.
Cuarenta y cuatro otoños han pasado
para aclamarla con frío pronombre.
Mas pervive fiel su recuerdo alado
y me asiste en horas de pesadumbre
con orgullo de eterno enamorado.
José Urbano Priego © 2012
1 comentario:
"...Y aun no ser en amores hechos polvo
por más a llama ardiente se debiera..."
Hermoso soneto, José.
Sentimiento le cabe !
Un abrazo 'finsemanasantero'
Publicar un comentario