De
insigne pluma
me
llegan versos frescos
que
hablan de polvos,
taxis
y borracheras;
de
copas rotas,
de
noches, de celos,
de
egos baratos,
de
vacíos, de derrotas…
Ay, maestro,
alabo
su gusto,
admiro
su arte,
me quito
el sombrero.
Pero servidor
creció despacito
entre
olivos viejos
y
viejos versados
sorbiendo
a sorbitos
las voces
cordobesas:
Góngora don Luis
(Ovidio Nasón mal narigado)
y el mago Juan de Mena.
Y
entrambos, Garcilaso,
príncipe
de los poetas,
y su
visir Herrera.
Cada
tiempo, su aire;
cada
aire, su anhelo;
cada
anhelo, su estilo.
Cada
poeta, su sangre.
José Urbano © 2013
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